No hay restricciones sobre los lienzos de Javier Madrid, entre las ciudades y la abstracción, entre formas arquitectónicas y formas definidas, ni anclas ni raíces.
Moviéndose entre abstracciones puras o entre otras no muy lejanas y llenas de gravedad, las obras de Javier Madrid se encuentran en continuo vaivén; su abstracción describe lo que estamos esperando en nuestros corazones, mientras que el paisaje sólido y ruidoso, sutil y elegante está entre ellos.
Plantea el paisaje antes y después de la ciudad, como máxima expresión de la evolución humana, la eterna dicotomía vital. No obstante, siempre hay un pensamiento equilibrado en estas obras, vinculando las matemáticas, la estabilidad y linealidad de las manchas con lo efímero, intangible y accidental y su daño.
Existe un equilibrio perfecto entre el espíritu clásico Ethos con altísima precisión de medición y la emoción griega (Pathos) que nos muestra los momentos más críticos que nos hacen humanos.